Una
noche, mientras cansado y furioso trataba de comprobar que la creación de la
piedra filosofal era cierta, noté como un frío penumbral invadía la habitación,
apagando las velas que me daban luz entre la oscuridad y alejaba los malos
pensamientos de mi mente. El sueño me invadió y mis ideas se nublaron.
— ¿María, eres tú? — Resonó mi voz en la vacía habitación y mis recuerdos se hicieron visibles. ¡Oh aquellos lejanos días donde lo único que me importaba era estar cerca de ella! Y me vi, joven y con vitalidad, sin saber que el conocimiento milenario me esperaba más allá de cualquier cosa en la vida. Sin embargo recordé que ella no estaba, no estuvo y no estaría jamás. La había perdido hace años, cuando preferí encontrar todo aquello que ya se había conocido que estaba perdido en la gran herencia que la alquimia nos dejaba. Una ráfaga de aire helado me regresó a la lucidez. Un silbido agudo y lejano me hizo clavar la vista en la oscuridad, como si eso lograra hacerme saber que había más allá.
— ¡Muéstrate, manifestación impura e infiel! —Grité, pero nada me contestó. «Es lógico» pensé «la oscuridad tiene sonidos, no voz. Es imposible que alguien más esté aquí.» siempre he estado solo, acompañado de mis libros.
— ¿María, eres tú? — Resonó mi voz en la vacía habitación y mis recuerdos se hicieron visibles. ¡Oh aquellos lejanos días donde lo único que me importaba era estar cerca de ella! Y me vi, joven y con vitalidad, sin saber que el conocimiento milenario me esperaba más allá de cualquier cosa en la vida. Sin embargo recordé que ella no estaba, no estuvo y no estaría jamás. La había perdido hace años, cuando preferí encontrar todo aquello que ya se había conocido que estaba perdido en la gran herencia que la alquimia nos dejaba. Una ráfaga de aire helado me regresó a la lucidez. Un silbido agudo y lejano me hizo clavar la vista en la oscuridad, como si eso lograra hacerme saber que había más allá.
— ¡Muéstrate, manifestación impura e infiel! —Grité, pero nada me contestó. «Es lógico» pensé «la oscuridad tiene sonidos, no voz. Es imposible que alguien más esté aquí.» siempre he estado solo, acompañado de mis libros.
Y
el silbido regresó, llenando mi mente y retumbando en mis oídos. Inconfundible,
como si de una serpiente fuese. Infernal y con duelo, volvió a sonar. Estaba
tan seguro que mi mente no estaba creando falsas ilusiones.
— ¡Muéstrate, si tienes cuerpo, amina si tienes piernas y habla, si tienes lengua! —Imploré, pero nada se hizo ver, pero como si hubiera invocado al aire, este volvió, llenó de helado sentir los aposentos y se fue.
—Cuan triste es tu vida, que recuerdas a tu primer amor, a quien dejaste tirada y cambiaste por los pergaminos, pluma y tintero. —Dijo una penetrante y aguda voz, que hablaba entre silbidos, refugiada en la oscuridad.
— ¿Cómo osas insultar a un hombre dentro de su hogar, maldito pagano?
—Me llamas pagano a mí, cuando eres tú quien ha invertido toda su vida desafiando la ley de Dios, queriendo ser inmortal.
—Mi audacia es el conocimiento y el saber, a Dios he de declarar al morir, pero, ¿y si logro descubrir cómo lograr que la audiencia jamás llegué aun cuando el tribunal crea que ya me citó?
—Entonces sueñas con lo que miles han soñado antes, con el anhelo más grande del hombre, aún mayor que el de volar, la inmortalidad. Y piensas que es posible, realmente lo crees, por eso preferiste el conocer al amor. Y ahora te he de complacer. Puedo ayudarte a saber y terminar tu trabajo de una vez, pues la mente me ha llamado y libre me has de hacer, y en agradecimiento un deseo os cumpliré, pero de pensarlo bien quedas encargado, pues lo que fácil viene, fácil te devora. Podrás tener todo lo que quieras, riqueza poseer, o el amor de una mujer, todo, tú lo podrás tener, ahora dime, ¿qué me vas a pedir? —Susurró el silbido, sin embargo su voz parecía estar dentro de mí. Mi corazón latió rápido y mi respiración irregular fue. Nada se sentía real, pero yo sabía que lo era. Llevaba años separando la realidad de lo imaginario.
—Nada de lo que me ofrezcas bueno será, pues he de condenarme al infierno por vivir con lo antinatural.
—Te diré un pequeño secreto; Dios no vive, el murió. Yo lo acabé y es por eso que estoy aquí. Desde el momento que el pereció, yo reiné, pero estaba condenado a estar ahí hasta que alguien me pidiera. Desde el momento que me vaya, todo será diferente para todos. Tienes una mente prodigiosa, adelantada a 1000 años de tu época, ¿dejarás esta oportunidad sólo por tener temor a lo desconocido?
—Necesito tiempo de pensamiento.
— ¡Necesitas determinación, que te falta y no te puedo ayudar! Pero el tiempo te lo puede dar. —Susurró, silbido infernal era seductor y mi voluntad quebró.
—Si he de tomar la palabra, me condenaré por lo que siempre soñé.
— ¿Dinero, conocimiento más allá del límite humano, el amor de quien dejaste ir? No estás limitado, pues ni la muerte se resiste a mí. —Su voz, maldita e infernal se burlaba en mi cara, a cada momento, de cada segundo en cada minuto que había pasado, y sin darme paz, metiendo en mi mente el bello rostro de María, mi soledad, sin pensar claro.
—Quiero…— ¿Qué estuve a punto de decir? No me puedo dejar llevar. —Ser eterno. —Mi lengua habló sin que yo lo ordenara.
— ¿Ser eterno, estás seguro? Pues la eternidad no es lo mismo que la inmortalidad. El inmortal jamás muere, pero jamás trasciende. El eterno tampoco morirá nunca, pero a este se le puede acabar, sin embargo trascenderá en todo lo que se proponga. Pero a costo de jamás volver a descansar; dormirás pero despertarás tan cansado como al ir a la cama. La comida a tierra te sabrá, y aunque no la necesites hambre siempre tendrás. No tendrás derecho a una familia o amigos, pues mientras el tiempo para ti sólo sea una idea, para ellos su perdición será, y verlos morir tu destino será, quedando solo por el resto de tus días, ¿aun así lo quieres?
—No lo quiero, lo deseo. —Reafirmé, esta vez a plena conciencia de palabra.
—Entonces que así sea. —Esta vez el silbido fue grave y un relámpago cayó y desperté. «Un sueño, y nada más.» traté de calmarme. El sol comenzaba a salir y como todas las mañanas fui con mi vaca, pero esta chilló al verme. No pude acercarme a ella, pues el sol me quemó. Tenía hambre y sed, pero todo lo que comí o bebí me hizo vomitar. Regresé a casa y me acosté. Apenas cerré los ojos, los abrí y todo era oscuridad. Sentí el cansancio, pero no la fatiga. Volví con mi animal, quien se lesionó mientras chillaba. Tenía sangre seca pegada a la piel y mis ojos de fuego los sentí, y un hambre atroz recorrió mi alma. Jamás, después de un milenio y medio me sentí culpable ni volví a ser el mismo. Y aquella voz, nunca me volvió a hablar, pero no me importa, pues he crecido y trascendido. Soy el rey de mi imperio, me han escrito historias, me volví inmortal. Y lamento que así sea, pero he descubierto, amada mía, que de verdad me gusta matar.
— ¡Muéstrate, si tienes cuerpo, amina si tienes piernas y habla, si tienes lengua! —Imploré, pero nada se hizo ver, pero como si hubiera invocado al aire, este volvió, llenó de helado sentir los aposentos y se fue.
—Cuan triste es tu vida, que recuerdas a tu primer amor, a quien dejaste tirada y cambiaste por los pergaminos, pluma y tintero. —Dijo una penetrante y aguda voz, que hablaba entre silbidos, refugiada en la oscuridad.
— ¿Cómo osas insultar a un hombre dentro de su hogar, maldito pagano?
—Me llamas pagano a mí, cuando eres tú quien ha invertido toda su vida desafiando la ley de Dios, queriendo ser inmortal.
—Mi audacia es el conocimiento y el saber, a Dios he de declarar al morir, pero, ¿y si logro descubrir cómo lograr que la audiencia jamás llegué aun cuando el tribunal crea que ya me citó?
—Entonces sueñas con lo que miles han soñado antes, con el anhelo más grande del hombre, aún mayor que el de volar, la inmortalidad. Y piensas que es posible, realmente lo crees, por eso preferiste el conocer al amor. Y ahora te he de complacer. Puedo ayudarte a saber y terminar tu trabajo de una vez, pues la mente me ha llamado y libre me has de hacer, y en agradecimiento un deseo os cumpliré, pero de pensarlo bien quedas encargado, pues lo que fácil viene, fácil te devora. Podrás tener todo lo que quieras, riqueza poseer, o el amor de una mujer, todo, tú lo podrás tener, ahora dime, ¿qué me vas a pedir? —Susurró el silbido, sin embargo su voz parecía estar dentro de mí. Mi corazón latió rápido y mi respiración irregular fue. Nada se sentía real, pero yo sabía que lo era. Llevaba años separando la realidad de lo imaginario.
—Nada de lo que me ofrezcas bueno será, pues he de condenarme al infierno por vivir con lo antinatural.
—Te diré un pequeño secreto; Dios no vive, el murió. Yo lo acabé y es por eso que estoy aquí. Desde el momento que el pereció, yo reiné, pero estaba condenado a estar ahí hasta que alguien me pidiera. Desde el momento que me vaya, todo será diferente para todos. Tienes una mente prodigiosa, adelantada a 1000 años de tu época, ¿dejarás esta oportunidad sólo por tener temor a lo desconocido?
—Necesito tiempo de pensamiento.
— ¡Necesitas determinación, que te falta y no te puedo ayudar! Pero el tiempo te lo puede dar. —Susurró, silbido infernal era seductor y mi voluntad quebró.
—Si he de tomar la palabra, me condenaré por lo que siempre soñé.
— ¿Dinero, conocimiento más allá del límite humano, el amor de quien dejaste ir? No estás limitado, pues ni la muerte se resiste a mí. —Su voz, maldita e infernal se burlaba en mi cara, a cada momento, de cada segundo en cada minuto que había pasado, y sin darme paz, metiendo en mi mente el bello rostro de María, mi soledad, sin pensar claro.
—Quiero…— ¿Qué estuve a punto de decir? No me puedo dejar llevar. —Ser eterno. —Mi lengua habló sin que yo lo ordenara.
— ¿Ser eterno, estás seguro? Pues la eternidad no es lo mismo que la inmortalidad. El inmortal jamás muere, pero jamás trasciende. El eterno tampoco morirá nunca, pero a este se le puede acabar, sin embargo trascenderá en todo lo que se proponga. Pero a costo de jamás volver a descansar; dormirás pero despertarás tan cansado como al ir a la cama. La comida a tierra te sabrá, y aunque no la necesites hambre siempre tendrás. No tendrás derecho a una familia o amigos, pues mientras el tiempo para ti sólo sea una idea, para ellos su perdición será, y verlos morir tu destino será, quedando solo por el resto de tus días, ¿aun así lo quieres?
—No lo quiero, lo deseo. —Reafirmé, esta vez a plena conciencia de palabra.
—Entonces que así sea. —Esta vez el silbido fue grave y un relámpago cayó y desperté. «Un sueño, y nada más.» traté de calmarme. El sol comenzaba a salir y como todas las mañanas fui con mi vaca, pero esta chilló al verme. No pude acercarme a ella, pues el sol me quemó. Tenía hambre y sed, pero todo lo que comí o bebí me hizo vomitar. Regresé a casa y me acosté. Apenas cerré los ojos, los abrí y todo era oscuridad. Sentí el cansancio, pero no la fatiga. Volví con mi animal, quien se lesionó mientras chillaba. Tenía sangre seca pegada a la piel y mis ojos de fuego los sentí, y un hambre atroz recorrió mi alma. Jamás, después de un milenio y medio me sentí culpable ni volví a ser el mismo. Y aquella voz, nunca me volvió a hablar, pero no me importa, pues he crecido y trascendido. Soy el rey de mi imperio, me han escrito historias, me volví inmortal. Y lamento que así sea, pero he descubierto, amada mía, que de verdad me gusta matar.
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